Pepe es una de esas personas extraordinarias que nacen de tarde en tarde, de quien es difícil describir toda su capacidad de trabajo, la magia de su comunicación o su inquieta mente creativa. Es persona franca, de mirada directa, profunda, sincera; su rostro refleja el optimismo y la confianza de quien hace fácil todo aquello que se propone. Las pocas arrugas que acuden al encuentro de sus ojos nacen del empuje de unas mejillas que están toda la vida transmitiendo sonrisas.
Vamos a hacer un pequeño recorrido por su pasado para entender mejor cómo ha llegado hasta aquí. Pepe nace en Bejís el 26 de enero de 1953, cuando los inviernos cerraban las puertas de las casas con medio metro de nieve y cuando llegar a la lechería, de madrugada, con los cubos rebosando leche recién ordeñada, era un verdadero logro después de haber evitado los hielos del portal.
En los años 60, se produce una gran emigración de gente joven del pueblo, Barcelona y Valencia son los polos de atracción. La mayoría busca trabajo en el sector de la hostelería, porque “es donde te daban sueldo, cama y comida”.
Pepe es uno de los jóvenes que decide probar fortuna. A los 13 años, su primo Fernando le llama para que vaya a trabajar de botones al Quo Vadis, uno de los restaurantes más exclusivos de Barcelona; dormiría con Manolo “el Rojo”, en una casa particular concertada por el propio negocio.
Vivir en Las Ramblas, atendiendo a personas famosas, fue como abrir los ojos a un nuevo mundo con nuevas reglas, nuevas oportunidades. Por la educación recibida en el pueblo, Pepe rechazaba las propinas, hasta que un día Miguel Gila al recibir devuelta la peseta, metió su mano en el bolsillo y le dio un “duro” que ya no pudo rechazar.
Ganaba 200 pesetas a la semana sólo por abrir la puerta del restaurante a los clientes y hacer algunos recados, en Bejís para ganar 150 pesetas tenía que estar, de sol a sol, arrancando cebollas.
Lo de botones no era un oficio, pronto pasó a ser pinche de cocina en el restaurante vasco Udala de Barcelona, poco después cocinero en el barco de la naviera Ybarra que hacía el trayecto Barcelona-Palma de Mallorca-Génova-Barcelona, pero los mareos de la travesía le hicieron recalar, con 17 años, en el Hilton de Madrid, famoso por la presentación de su bufé.
De haberse quedado en el Hilton habría hecho carrera en el cadena hotelera, pero en la cabeza de Pepe sólo cabía una idea: “ser un buen cocinero” y eso requería cambiar para aprender, el dinero no era lo que más le interesaba, ser cocinero era su vida, no le importaba no tener horario, se sentía bien con esa forma de vida, es lo que siempre había hecho.
A los 18 años entra en el restaurante vasco Koldobika, en Barcelona, ya que en el Restaurante Reno no quisieron cogerlo por demasiado joven, aquí es donde conoce a Maria Ángeles, a partir de este momento van a estar siempre juntos, en todos los proyectos. Para Pepe la familia es lo fundamental, todo tiene sentido sintiendo a la familia cerca.
Juntos, Pepe y Mª Angeles, se van a trabajar una temporada de verano a Mas Carles en Calella de Palafrugell.
Más tarde entraría en la brigada de cocina del Sol Club de Barcelona, donde dirigiría “una partida”, trabajando de correturnos.
Y después, el servicio militar obligatorio que interrumpe el trabajo, pero no la profesión, porque Pepe va a ser cocinero en la Capitanía General de Valencia, dirigida entonces por el General Miláns del Bosch. Pepe se toma muy en serio su profesión de cocinero y logra el reconocimiento de todos los oficiales.
Estamos conversando en Bejís, en unos sillones de mimbre, junto al ventanal que muestra el magnífico valle del Canales. Pepe, serio, endereza su espalda y con mirada directa y penetrante dice: “a mi me gusta plantarle cara a lo difícil, porque luego, cuando se encuentra la solución, te das cuenta de que no es tan fiero el león”. Así resume su filosofía, nunca se esconde ante las dificultades, en cualquier circunstancia siempre se esfuerza por hacer las cosas lo mejor posible, porque la mejor seguridad es el trabajo bien hecho.
Me cuenta que, estando en la mili, se va a producir un hecho de gran trascendencia en su vida, el Sol Club de Barcelona llama a Pepe para que, junto con su compañero de cocina, se presente al Campeonato Nacional de Cocina. El y su compañero ya habían ganado antes el Campeonato de Cataluña. Ahora la final se iba a celebrar en Monte Picayo (Puzol). Consiguió los permisos, compitieron, y ambos lograron el Primer Premio del Campeonato Nacional, que recibieron de manos del entonces Príncipe de España Don Juan Carlos en el Palacio de la Quinta.
Su compañero tuvo como recompensa una oferta de trabajo en Japón, Pepe continuó con el servicio militar, pero como tenía “pase pernocta”, aprovechó y cogió el bar de tapas “Abelardo” en El Puig, pues sus padres vivían y trabajaban allí. Todos trabajaron mucho.
Pepe, desde el premio nacional, siempre quiso montar una pastelería, se le daba muy bien la repostería, pero otros acontecimientos desplazaron el proyecto, el Padre Félix mercedario del monasterio de El Puig le pidió ayuda en un compromiso que tenía en el monasterio. A partir de ahí, se creó una buena colaboración y durante 12 años se hicieron muchas celebraciones en el monasterio, marco perfecto para banquetes de bodas y comuniones.
En paralelo, el cine Bargi de El Puig pasó, después de varias reformas, a ser el local de celebraciones “Del Real”, que se hizo pronto muy popular en toda la Comunidad Valenciana.
Después nació el gran proyecto de “El Huerto de Santa María”, ya que el monasterio debía dedicarse a centro de exposiciones y sede del Museo de la Imprenta. La labor bien hecha en el monasterio ahora tocaba traspasarla a un nuevo espacio, había que convencer a los clientes de que en el Huerto estarían igual o mejor.
El Huerto es la gran obra de Pepe, Maria Ángeles y de su equipo de siempre: Vicente Navarro, interiorista, Paco Cantos, arquitecto y Miguel Ruiz, asesor. “Ellos están muchos años conmigo, somos una empresa familiar, ellos son de casa”.
Pero lo importante no es la sucesión de acontecimientos de trabajo y de éxito, lo realmente valioso es lo que hay detrás, la fuerza, la ilusión que lo ha movido todo. Pepe cuenta que se siente muy feliz: “no tengo móvil, ni internet, mi equipo va solo, mi misión es sólo de supervisión…”
“Has de confiar en la gente”, “mi trabajo más importantes es la confección de los menús, me gusta atender al cliente, dar soluciones, ser positivo”.
“La gran dificultad está siempre en saber ¿qué es lo que le gusta al cliente?, por ello, después de las degustaciones, yo hablo con ellos para ver cómo ha ido. En una celebración todo ha de ser muy especial”, “el dinero no puede ser lo más importante”.
Cuando habla de sus hijos parece otra persona, se le ilumina la cara, se nota que son su razón de ser, se siente orgulloso de ellos, de Ana me dice que es una gran periodista, José y David son los continuadores de su sueño, en los que ha depositado toda su confianza.
Pepe y Bejís.
Pepe siempre ha tenido un vínculo muy fuerte con sus raíces, con Arteas y con Bejís. “Yo quise que en el sorteo de la mili constara como residente en Bejís y no en Barcelona, que es donde estaba trabajando”, me dice con fuerza.
“Necesito mantener el contacto, siempre vengo en San Blás y si la fiesta cae entre semana, mejor, así me reencuentro con más tranquilidad con todas las personas que hace tiempo que no he visto”.
Pensando en Bejís se le agolpan los recuerdos de la niñez, como cuando se cayó al suelo el día de su primera comunión con el traje blanco por culpa de los zapatos de charol o, cuando éramos pequeños, cómo estábamos jugando siempre en la plaza, sin importarnos el aire o el frío.
Pepe ha conseguido algo muy difícil y es que la inmensa mayoría de sus paisanos estén muy orgullosos de él, en estas 2 horas de conversación intensa puedo dar fe de que no están equivocados.
Miguel Macián.
BEJÍS Noticias 